Una historia subjetivísima y "de memoria"…

La verdad es que a priori, no tendría para qué perder el tiempo tuyo y mío, explicando el hecho de que la historia familiar que me propongo empezar a escribir aquí será, como dice el título, subjetivísima y de memoria. Parece tan obvio ¿no? Pero dado que la vida me ha enseñado que por mucho que uno esté seguro de lo que quiso decir, nunca sabe con certeza cómo nos captan o entienden los demás, me dije que más valía "darle una vuelta" al tema.

Una historia “de memoria”...

Es cierto que tanto en materia de historia como de periodismo, es siempre necesario verificar los relatos, examinar documentos y hacer todas esos “tests de blancura” que, según algunos, permiten que uno jure que lo que afirma es la pura y santa verdad. Ni más ni menos. Ese no es para nada el tipo de historia (s) que me propongo contar, compilar y compartir aquí. Ésta será en realidad una versión muy personal de la historia de los Olivares Palma y de todos los que, a través de los años, han enriquecido el tronco original de este árbol cada vez más frondoso y diverso. Este árbol cuya savia ha sabido mezclarse con la de otros, enriquecer otros jardines. Será escrita principalmente con los “apuntes” que tengo en el muy desordenado cuaderno de mi memoria. Con lo que me acuerdo de lo que, a lo largo de los años, he visto, oído y, sobre todo, vivido.

Como la de todos, mi memoria ha conservado lo que ha podido y, tal vez, querido. Con toda certeza, me ha hecho mezclar más de alguna vez personajes, circunstancias y eventos. No sería raro si, a mi "voladura" endémica, se le agrega el hecho que, desde los 9 años, me tocó vivir a menudo lejos del escenario principal de esta historia.

...sumamente "subjetiva"

Quizá si por las mismas razones, este relato será, para bien y para mal, inevitablemente subjetivo.

En realidad, la tan temida y vilipendiada subjetividad -a la que por lo demás nadie escapa- no puede estar ausente de una historia como ésta que es, antes que nada, historia de personas, de afectos, de encuentros y desencuentros, de alegrías y tristezas. En definitiva, historia de sentimientos más que de acontecimientos.

Quisiera en todo caso decirte a tí, que formas parte de alguna de las generaciones de esta tribu, que el principal ingrediente de la subjetividad con que emprendo este relato, es el orgullo que siento de hacer parte de esta familia nacida, formalmente, el sábado 3 de abril de 1948. Ese día en que la hermosa Gladys, que acababa de cumplir sus 17 años y el muy seductor Reinaldo, que “iba para los 24”, transformaron en matrimonio el noviazgo iniciado un año antes en el tren que los llevaba de Quilpué a Calera. Dieron así nacimiento "como Dios manda", a este conglomerado que a lo largo de más de 57 años ha hecho y escrito no poca historia.

Obviamente, esta (s) historia (s) no tiene (n) nada que ver con esas crónicas de la vida de los "famosos" que tan de moda se han puesto. Lo que Gladys y Reinaldo han creado merece algo más que esa farandulera historia-basura. Tampoco es de esa que se aprende en los libros...de Historia. Aaunque también en ésa, algo hemos aportado y seguiremos aportando.

...y escrita con todos y para todos

La que de veras importa aquí es la otra. La de todos los días. La que nos ha hecho, modelado y marcado mucho más que las “candilejas” y los grandes eventos. La que hemos hecho -bien o mal- con nuestra humanidad más simple y auténtica. Esa que nos otorga “títulos” tan obvios pero tan difíciles de asumir y merecer todos los días: hijo, hermano, padre, esposo, abuelo, etc. Esa en que a menudo los “héroes” son los que menos se piensa, los que menos ruido hacen…

Es posible que mi memoria y mi subjetividad traicionen más de una vez mi deseo de hacer que este relato sea justo y le dé a cada cual el lugar que le corresponde. Es posible también que escriba de repente escriba cosas que alguien considere no solo inexactas sino, peor aún, injustas. A todos ellos, mis excusas anticipadas.

Y, sobre todo, mi invitación abierta a todos, a los contentos y a los “sentidos”, a los "seniors" y a los más nuevitos, absolutamente a todos. Para que se animen y escriban aquí su propia versión de nuestra historia común. Cada cual con su estilo, con sus palabras, con su manera de decir las cosas, con su propia y muy legítima subjetividad.

 

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