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Las cosas claras y el...

Sábado 6 de diciembre de 2008, por Cronopio


...cafecito urgente después - ¿o será mejor antes?- que esta tarea de escritura atrasada se haya puesto al día.

Quedé debiendo mi nota de ayer. En cualquier pega me habría costado la ídem o por lo menos un buen tirón de orejas. Decir que se me pasó el rato escribiendo una nota sobre Pierre Boulez para La Francolatina no bastaría quizá para ser absuelto de mi no cumplimiento de escribir todos los días una nota así es que apúrate el café esperará...

(GIF)No sé por qué pero mientras escribo en este estilo metrallético de tipo poco despierto tratando de recuperar el tiempo perdido me acuerdo de los primeros tiempos de la escritura con computador, de las primeras "planas" escritas sin tener que preocuparse por las faltas de tipeo porque la nueva maravilla permitía corregir sin necesidad de Tip Ex, Liquid Paper y otras manualidades particularmente complicadas y vistosas que se habían inventado para corregir los gazapos de antes.

Había entonces textos tan corregidos que parecían como endurecidos por las cantidades de Liquid Paper que habían sido necesarias para que...no se vieran los errores. Con la llegada del tratamiento de texto que permite escribir y divagar sin transar como lo hago en este minuto, a mí me vinieron a menudo ganas de lanzarme en escrituras automáticas de esas que caracterizaban a los surrealistas cuya "propuesta" consistía justamente en escribir sin pensar, dejando fluir sin censura previa, literaria u otra, todo lo que la mente y sobre todo el inconsciente dejaban fluir.

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Cuestión que, en el trabajo periodístico, con sus exigencias de precisión y eficacia y 1500 signos y ni uno más, resultaba singularmente fuera de tiesto. Había que ir calculando paso a paso de manera de, justamente, no pasarte del espacio que te habían concedido. Con la máquina de escribir a la antigua que corregía los errores a la antigua, equivocarse costaba caro y requería una capacidad para los trabajos manuales que nunca tuve. A este respecto recuerdo una vez un documento -en el Mapu siempre fuimos campeones de la documentitis- que preparaba Rodrigo Ambrosio en su casa de Chiguayante, en la época en que partió a vivir allá con Michelle y Camilo. Su tesis o propuesta o análisis de coyuntura había sido objeto de una tal cantidad de cortes y pegatinas -una suerte de copy paste manual- tan grande que a mí me entraba la duda si lo más impresionante de documento seria el fondo o la forma hecha de pliegues y párrafos corridos respecto del anterior porque pegados a como diera y el conjunto del documento era un artefacto un poco tieso por las cantidades de cinta scotch que había sido necesaria para perpetrar el muy artesanal copy/paste de esos tiempos.

(JPG)Por eso es que la llegada de estos aparatos que permitían equivocarse sin temerle a las correcciones que hubiera que hacer como que liberó la mente y los dedos, pocos en general, que fueron tomando la iniciativa y antes de que uno hubiera pensado una idea ya estaban los dedos (pocos) martillando teclas en una suerte de vértigo de esos que te agarran y te agarran hasta que decides que ya es hora de ponerle punto final al texto, de levantar la cabeza y de mirar la pantalla para ver qué resultó y de irte tomar un café que igual te lo ganaste después de esta escritura automática con la que trataste de recuperar la cadencia perdida en materia de cumplimiento del compromiso de escribir todos los días una nota hasta el día mis sesenta años Amén.

P.-S.


- Por aquello de la escritura automático hay en este texto algunas concesiones a la puntuación que en condiciones normales uno no debiera hacer o si prefieres lo normal seria que o le pongo todos los puntos y comas que corresponden o no le pongo ninguno pero qué mas quieres si todavia no me tomo el primer café del día...

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