Hace 60 años, en La Calera, Chile, Gladys y Reinaldo le dieron el vamos a una magnífica y ejemplar historia de amor.
Domingo 6 de abril de 2008, por Cronopio
En La Calera, el noble y polvoriento "Macondo" de mis raíces, se reúne una vez más este domingo una tribu nacida hace exactamente 60 años y dos días: ese día se casaron Gladys y Reinaldo, mis padres.
Como muy a menudo, la gran tribu nacida de sus 4 hijos, se congregará en casa de Marcelo, el tercero de los Olivares Palma. Y como muy a menudo también, yo no estaré allí. Desde hace casi 50 años, mi destino patiperro ha hecho que no siempre esté presente, en carne y hueso, en algunos de esos eventos familiares que se han transformado en una verdadera tradición de la tribu calerana.
Pero, de una u otra manera, igual estaré allí presente. No solo en el pensamiento sino también porque, al menos en esta oportunidad, estarán allí Diego y Antonia, mis hijos. Super representantes.
Obviamente, hoy como nunca me habría gustado estar con todos ellos y no poder hacerlo me provoca casi siempre una mezcla de sensaciones nostálgicas y mil interrogantes y reflexiones sobre mi famoso nomadismo. Pero en esta pasada, el blues y la saudade, están mezclados con la alegría de saber que en pocos días más, Gladys y Reinaldo estarán con Sabina y conmigo aquí en París. En esta rue Poulet convertida desde fines del siglo pasado en una suerte de “subsede” parisina de los Olivares. Inaugurada por Diego y Antonia, la rue Poulet será esta vez la sede de un rico mes de reencuentros, paseos y largas conversas. Reencuentro entre nosotros pero también reencuentro de ellos con este Paris en al vinieron hace más de 30 años.
En una familia en que no pocas historias de amor nacidas para ser eternas han muerto antes de lo deseado por quienes sinceramente pensábamos vivirlas “hasta que la muerte nos separe”, el ejemplo de esta parejita de diamante es especialmente envidiable. Porque la vida nunca o muy raramente fue “fácil” para ellos. A lo largo de sus 60 años de matrimonio la Gladys y el Reinaldo debieron hacerle frente a muchas dificultades, frustraciones y privaciones de ésas que han hecho trizas muchos proyectos de amor eterno.
A mi me suena que ha sido porque detrás de su común sencillez, supieron desplegar una mezcla de amor, de sabiduría, de generosidad y tolerancia hacia las “mañas” y “bemoles” del otro. Así, lograron atravesar juntos el tiempo, las tormentas y las innumerables vicisitudes de la vida a la que un pais como Chile sigue condenando a sus hijos que parten de nada y cuyo único “capital” para “emprender” está hecho de unos cuantos sueños, ganas y de mucha fé.
Algunos retoños mas emprendedores de las nuevas generaciones han lamentado a veces que mis viejos, y en particular Reinaldo, no hubieran tenido mas “ambiciones” en su vida. Que “la ayuda del Señor” les haya servido sobre todo parece aceptar su suerte, para conformarse. Yo mismo, en algún momento de la vida, les reproché el que con demasiada facilidad para mi gusto, miraran “p’arriba” a tal o cual pelafustán supuestamente “palogrueso”.
Pero cuando veo la bondad y la sinceridad de su sonrisa y de su afecto, cuando veo la “porfiada” rectitud de sus vidas, no puedo menos que reconocer que, contrariamente a lo que se pudo pensar, esta parejita era, a su manera, mucho más ambiciosa de lo que pensábamos.
Porque hay que ser muy ambiciosos para ser intransigentemente honestos allí donde tantos viven felices practicando el “hoy resulta ser lo mismo ser derecho que traidor”. Porque hay que tener una visión muy ambiciosa del ser humano y de sí mismo para vivir con una pensión de miseria y mantener una mirada sana y generosa de la vida y de la gente. Una mirada sinceramente más preocupada del ser que del parecer.
No te equivoques, por muy fervientes católicos que sean, Gladys y Reinaldo no son ¡Dios nos libre! “santos” y tampoco, espero, candidatos a serlo. Son sólo dos caleranos, dos chilenos “buenas personas”, “dos almas que se amaban” y se siguen amando.
Dos viejos maravillosos que tengo la suerte de tener de padres y con los que he compartido -desde hace 60 anos...menos nueve meses- ese curioso deporte de vivir “tan lejos y tan cerca”.
Felicidades y à bientôt viejos queridos