Músicas Ceremoniales


Si cualquier ceremonia merece música, la mía ¿qué duda cabe? la exigía imperativamente.Tampoco me fue muy difícil decidir qué músicas escucharía a lo largo de mi noche iniciática. Se me "aparecieron" rápidamente. Como una suerte de evidencia casi mágica.

Empezaría por el Requiem de Mozart, que me parecía lo menos que merecía el período que estaba cerrando. Un período complejo, con muchas carencias, con rupturas dolorosas. Pero que igual despedía con gratitud porque también estuvo lleno de muchas alegrías, de muchos encuentros y de muchos aprendizajes que, en cierto modo, me impulsaron y me animaron a dar el paso que estaba dando. Un paso que me gusta imaginar cargado con la misma pasión que Mozart derrochó para crear, ya moribundo, esa obra magnífica que acompañaría la primera parte de mi travesía. La versión, especialmente hermosa, está dirigida por el controvertido Herbert von Karajan con las voces de Agnes Baltsa y José Van Dam entre unos cuantos otros.

¿Era o no evidente que, si de iniciación se trataba, no podía faltar la Flauta Mágica del mismo Wolfgang Amadeus? Para mí era, en todo caso, completamente evidente. Curiosidades de una obra tan mágica como la Flauta de Tamino: la versión que tengo, del sello Naxos, fue grabada en 1993. Ése fue para mí un año complejo. Un año en que un anterior intento de "atravesar el umbral" para consagrarme a un proyecto de radio (uno de mis sueños "en sueño"), había terminado mal y me había obligado a...entrar a la Telefónica. Un año en que la experiencia en la campaña electoral de Carlos Ominami y en la Brigada de Periodistas Socialistas me indicaron que ya no me interesaba la política como actividad, oficio o como se le llame. Al menos la política tal cual pude verla y vivirla en esos contextos. Que la Flauta Mágica que me acompañó 9 años después haya sido grabada ese año puede ser fruto del azar. Pero, como dicen en Francia: le hasard fait bien les choses (el azar hace bien las cosas).

Apostando al éxito de mi ceremonia me pareció evidente también que debía terminar con la Novena Sinfonía de Beethoven y su apoteósico Himno a la Alegría. La versión que tengo, dirigida por Karl Böhm, incluye ni más ni menos que a Jessie Norman. La misma soprano que, el 14 de julio de 1989, en el Bicentenario de la Revolución Francesa, cantó una Marsellesa que nos hizo llorar a todos . Con ella, Plácido Domingo, el multifacético, el generoso. Ese gran tipo cuyo talento se siente igualmente cómodo con una ópera que con un bolero. Porque no cree ni en jerarquías estúpidas ni en fronteras artificiales.

Terminado el aspecto más solemne de la celebración había que "aligerar" la música con algo que, no obstante, tuviera un sentido especial. Para ello llevé la copia de una compilación llamada "Siete", que yo había hecho especialmente para Sabina, cuyo cumpleaños es el siete de febrero. Allí se mezclan Caetano Veloso con Maria Callas, René Aubry con Lisa Ekdahl (su voz me hace pensar en la Maïa de Diego) y Ana Belén con Julien Clerc. Este último, en su canción llamada Femmes (Mujeres) dice: Femmes je vous aime, je n'en connais pas de faciles, je n'en connais que de fragiles et difficiles. Oui difficiles. Lo que significa algo así como: Mujeres, os amo. No conozco mujeres fáciles. Sólo conozco mujeres frágiles y difíciles. Si difíciles.
Si él lo dice...



Wolfgang Amadeus...

 




La Partitura del Requiem
(Puedes agrandarla)

 




Ludwig van...