Esta
noche es la noche de la travesía. la noche en que por fin voy a
pasar con todo, porque quiero pasar "con todo", el umbral que
me separa de una vida nueva. Han sido largos años de pensar en
que "ya sería bueno que...".
Acabo
de darme cuenta de que era definitivamente un error pensar que esta Plaza
tenía que ver algo con Elvin Jones, un gran músico de jazz.
En realidad, Melvin Jones, el de esta plaza en la que hago mi primera
parada, es el fundador de algo así como el Rotary Club o el Club
de Leones de Ñuñoa. ¿No ves que se aprende con los
viajes? Ya visitadas: la Iglesia Ortodoxa del Rito Griego que está
en la esquina de la Avenida Grecia (¡obvio!) con Pedro de Valdivia.
Viajo luego hacia la Mezquita que está en la esquina de Chile-España
con Campoamor después de una búsqueda infructuosa de una
Logia masónica que, según yo, estaba en Exequiel Fernández
o los Tres Antonios. Estando en la Mezquita me acuerdo de la Iglesia Ortodoxa
(de rito ruso) que está en Holanda con Enrique Richards. En esta
calle vivía antes la Marian Salamovich, la amiga que me regaló
una hermosa foto del Museo Picasso de París y que siempre se reía
de mí por mi manía de decir: "como dicen los franceses".
Mina piola la Marian. Con una hija preciosa: la Antonia. Definitivamente,
todas las Antonias son preciosas. Surtout la mienne!
A su manera, el Galindo es casi un templo. Un poco profanado en realidad. Al menos en relación con el Galindo de los '70 que era verdadera y auténticamente popular. El de hoy está un poco demasiado producido. Quise tomarme un shop en el Bier Stube pero ya estaba con el letreo Cerrado. Y mi pinta de obrero que vuelve a casa todo sudado de tanto pedalear no animó a los viejitos a hacer una excepción y abrirme la puerta. Miro en la cave de La Trova, que está justo al lado. Pensaba que habría jazz, que estaría quizá el Pato Hernández. ¡Nada de eso! El beat jazzero ha cedido el paso al ritmo binario de la música disco-travoltiana. Se me había olvidado que es Halloween Night Fever. Hasta ahora, esta noche iniciática es un éxito. Enfin, no le pongamos tanto. Llevo dos horas y cuarenta minutos pedaleando y escuchando a Mozart. Primero en el Requiem destinado a darle un adiós con gratitud -pero con decisión- a una cierta época de mi vida tipo "he escrito tanta inútil cosa, sin descubrirme, sin dar conmigo" (gracias Silvio). En realidad, no sé si sin descubrirme o haciéndome el leso con lo que descubría. En todo caso, algo así como una sensación de que el RUT era efectivamente el 5766655-2 (¡ojo con el 666!) pero que igual no era completamente yo. Que algo faltaba. Y que algo había que podarle también. No sólo una compañera de 28 años con la que, de repente(?), todo se quebró. Más allá del corte de esa gran rama de mi árbol, había -hay- otras cosas en mí que deben ser podadas. Para poder crecer en esta primavera tan llena de cosas. ¡Qué año el que habrá transcurrido entre el 1° de diciembre del 2001 y el 1° de diciembre próximo! separación de Josefina, renuncia a Telefónica, nacimiento de un Capullo de Amor, casamiento de mi Antonia. Paréntesis. Es sorprendente ver, desde esta terraza del Galindo, la cantidad de mujeres -jóvenes y bellas- que andan solas o en grupos exclusivamente femeninos pero aparentemente muy entretenidos. Mientras por otro lado,grupos de hombres igualmente jóvenes también se pasean (y se latean) solos. ¿Qué onda? Cierro el paréntesis. No tengo claro si debiera o no detenerme tanto rato. Creo que hace frío. No logro saberlo con certeza porque, obviamente, tengo el cuerpo calentísimo. De hecho, voy a aprovechar el baño del Galindo para cambiarme la camiseta que está demasiado mojada. Si sigo así capaz que vuelva a ser el Flaco Olivares. ¡No sueñes (tanto) Guatón!
¡Lo
logré! Estoy al pie de la Virgen escribiendo en una semipenumbra
mientras escucho desde hace algunos momentos la Novena Sinfonía
de Beethoven. Tal como lo había previsto. Mientras subía,
el Aria de la Reina de la Noche, que escuché en un recodo particularmente
oscuro del camino, me hizo llorar a los gritos. De emoción. ¿Un
poco de temor quizá? Mucha emoción también al escuchar
el Coro de los Sacerdotes que, habiendo declarado exitosa la iniciación
de Pamino -el protagonista de la Flauta Mágica- cantan algo así
como: "pronto la noche recibirá la visita del sol. Pronto
nuestro joven (Pamino) conocerá una nueva vida". Luego de
llegar a la cima llamé a mi Capullo. Para decirle que durante toda
la ascención había mucho en ella. Como, obviamente, pensé
mucho también en mi Antonia y en mi Diego. También en Josefina.
Deseando que le vaya cada vez mejor y se le aligere el alma de los rencores
que acarrea no sólo conmigo. Pensé en mis viejos, que me
dieron la energía y la locura que me permitieron llegar hasta aquí.
En mis hermanos y sus hijos. En algunos amigos y en los ex de Telefónica
que la están pasando mal en estas horas. Y por supuesto en Patrick,
que va conmigo a todas partes. Y en tantos otros que siguen presentes
pese a que partieron.
Ya
estoy de vuelta en casa. Sin el menor incidente. Mil gracias a todos los
"socios" que me acompañaron durante esta noche mágica.
No tengo mucho que agregar. El Himno a la Alegría que sonaba mientras
el cielo negro empezaba a virar al gris y luego al rosado y luego al azul,
fue de una espectacular sincronía con los tiempos del amanecer.
¡Gracias Mozart, gracias Ludwig van. Por todo el talento pero, sobre
todo, por la pasión. Luego, ya de bajada, empieza a escuchar la
compilación "Siete". Caetano insistió en que "aunque
todo le niegue el derecho él se aferra a su amor" y la Callas
recordó que "l'amour est un oiseau rebelle". Melodías
y declaraciones que me acompañaron en una bajada que fue como un
premio al esfuerzo. El caramelo después de la tarea hecha. Sentí
el mismo vértigo delicioso que sentía cuando niño,
en el carretón en que nos tirábamos calle abajo, en el Cerro
Placeres, allá en Valparaíso. Y el que sentí, en
bicicleta, en la bajada a Limache, en la escapada aquella.
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