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Querido Julio...

Miércoles 26 de agosto de 2020, por Cronopio

Escribí esta carta abierta a Julio Cortázar en agosto del 2007, luego de un viaje que conté en otro post de este mismo sitio. Por alguna razón que no recuerdo, nunca la publiqué. Lo más insólito es que me topé con ella justo hoy, 26 de agosto, día de su ciento sexto aniversario.

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Querido Julio:

Te escribo para darte algunas explicaciones que, de antemano, sé innecesarias. Porque al leerlas dirías que no vale pena andar dando explicaciones ni perder tiempo tratando de explicarle a un fama (e incluso a más de alguna esperanza), el por qué de alguna actuación "cronológica".

Como ya sabes, porque de una u otra manera has estado presente a lo largo de todo este viaje, yo quería aprovechar esta venida a Ardèche para partir en alguna medida sur tes traces (tras tus huellas).

No habiendo podido siempre partir tras todas tus huellas, sobre todo las literarias, tenía ganas de partir, al menos en parte, sobre las que dejaste en los Autonautas de la Cosmopista. Dado que, como a ti, me gusta jugar a mezclar y me gusta jugar a secas, decidí proponerle a mi amigo Platero que partiéramos juntos a este lugar lleno de cronopios queridos que te habría encantado conocer. Dicho en términos “cartesianos” (no poéticos, quoi...) se trataba de hacer en mi motoneta (scooter) Vespa GTS 125, un viaje de aproximadamente...Yo no sé para qué digo «aproximadamente» si gracias a los Mappy, Google Earth y otros artefactos de estos tiempos puedo decirte que son exactamente 691 los kilómetros que separan la rue Poulet -donde vivimos en París- de Les Vans, el pueblito ardéchois donde viven mis amigos.

Dado que una de las posibilidades de hacer el viaje desde París es la Autopista del Sur, esa que a ti tanto de fascinaba, me propuse recorrerla un poco “a la manera de”. Solo un poco porque, como verás, mi proyecto era distinto, mucho menos ambicioso que el tuyo.

¿Razones?

1) Yo viajaría sin Sabina, mi Capullo de Amor lo que, estarás de acuerdo conmigo, cambia muchísimas cosas.

2) Platero, joven, ágil y todo lo que tu quieras, no tiene los atributos de Fafner. Empezando por el simple hecho de que tiene 2 y no 4 ruedas.

3) No disponía de los 30 días que tú necesitaste para llegar a Marsella sin olvidar el hecho de que mi destino no era Marsella sino les Vans.

¿A la manera de quién?

(JPG)A la manera tuya gran Cronopio y, muy en especial a la manera de tu expedición de un mes por la Autopista del Sur y sus (no siempre buenos) Aires. Homenaje a esa travesía lúdico/iniciática que hiciste en 1982 con Carol, tu Osita, tu "amor, tu cómplice y todo” que poco tiempo después emprendiera el viaje definitivo al “otro lado”.

¿Habrá sido el dolor lo que te hizo "mentir" Cronopio querido? Porque en diciembre de ese año, cuando ella ya se había ido, escribiste en el epílogo de los "Autonautas": la vi emprender ese viaje solitario donde ya no podría acompañarla. ¡Cronopio mentiroso! Te las arreglaste para morir de pena apenas un año después de la partida de Carol y la publicación de los Autonautas. Igual te las arreglaste para acompañarla y emprendiste tu propio viaje solitario, tu propio viaje sin retorno, tu propio final de juego.

Mi versión del viaje fue pues sin Osita/Capullo y con dos ruedas menos. Más aun. A diferencia del tuyo, el mío fue motivado en gran medida porque venía a Ardèche, este lugar que, como diría Adolfo Aristarain, podría haber sido mi “lugar en el mundo”. A diferencia del tuyo, en mi viaje el destino era tan importante como el trayecto.

En todo caso, como ya sabes – y si no échale una mirada a los otros capítulos de este relato- no hice exactamente lo mismo que tú. Primero que nada, no fui hasta Marsella. Salí de la autopista, en Loriol, un pueblito que está entre entre Valence y Montelimar. Allí nace la ruta que lleva a Privas, Aubenas y Les Vans, en el sur de Ardèche. En segundo lugar, no me detuve como ustedes en todos los Aires. Me detuve solo en algunos pero obviamente, cada vez que lo hice, leí tu relato o “compte rendu” de etapa en la versión francesa de Los Autonautes...En algunos casos, la mayoría, tomé fotos, en algunos grabé comentarios y reflexiones y en otros escribí o dejé anotadas algunas informaciones básicas.

No te voy a latear aquí con la lista de Aires visitados -habrán sido unos 10 de los 46 que hay entre París y Loriol- pero es bueno que sepas que en todos ellos estuviste presente. Produciéndome sensaciones diversas y entremezcladas. De admiración, la mayor parte de las veces. De envidia, sobre todo cuando me daba cuenta de lo entretenido que era hacer ese viaje con tu compañera. De orgullo a veces. Por aquello de haber sido capaz de lhacerlo más allá de los asombros, temores y recomendaciones diversas.

Frente a todo esto, me gusta pensar que la decisión de partir a esta “aventura”(lo pongo entre comillas porque en una de ésas no es ni tan aventura) tiene que ver sobre todo con una muy natural convicción de que nada -ni la edad, ni el “estatus” ni ningún otro pretexto castrador-puede justificar que renuncies a hacer lo que te gusta, lo que tienes ganas de hacer, lo que sueñas con hacer.

Lo que no me gusta es tener de repente la sensación de que pudiera haber en todo esto algo casi compulsivo. Como sentirse obligado a demostrar y a demostrarme que sí soy capaz o que, como se diría en Chile, todavía “me la puedo”. Si esa fuera la principal razón sería, por decir lo menos lamentable, quizá un poco patético y en todo caso sin interés real para nadie. Como podrás imaginar querido Julio, quiero creer que no es así, . Pero, como tú bien sabes, más vale hacerse la pregunta que hacerse...el huevón.

P.-S.


- El resto de la aventura de marras está aquí.

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